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¿Por qué el bebé necesita a su padre?

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En los primeros meses de vida el bebé necesita sobre todo el amor de su madre y su presencia física, pero desde que empieza a descubrir el mundo a su alrededor, el papel del padre adquiere una importancia especial.

No cabe duda: los hombres y las mujeres son distintos. Hay muchas diferencias físicas y emocionales entre ellos y por eso papá y mamá no tratan al bebé de la misma manera. La madre siente la vulnerabilidad del bebé desde que lo lleva en su vientre. Durante nueve meses lo protege con su cuerpo de posibles peligros y una vez que nace, sigue sintiendo el mismo anhelo de cuidarle y por eso le acurruca tan a menudo entre sus brazos. Esta cercanía con su madre hace que al niño le resulte más fácil la vida fuera del útero.

 

CADA PADRE UN PAPEL DIFERENTE

Pero esta situación cambia rápidamente: el bebé se percata pronto de que existe un interesante mundo a su alrededor y según va ganando autonomía en sus movimientos, ya no se conforma sólo con verlo, sino que quiere conocerlo y participar de él. Y aquí es donde mejor se ven las diferencias entre el padre y la madre: mientras ella actúa con sumo cuidado («es mejor no ir al parque, para que no se enfríe»), el padre rebosa confianza y estímulo («si le abrigamos, no le pasará nada»).

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También la manera de jugar de papá y mamá es distinta: mientras ella aumenta los movimientos y la rapidez del tema lentamente, según va viendo las reacciones del pequeño, el padre es más enérgico en sus juegos. Por supuesto, le trata con el mismo cuidado que la madre, pero al «estilo padre».

El olor, el contacto, la voz y hasta la forma de cogerlo son diferentes y le proporcionan nuevas perspectivas del mundo. La madre, aunque no siempre, suele cogerlo en brazos pegado al corazón, mientras el padre tiende a apoyarlo sobre sus antebrazos para hacerle «el avión». Y cuando lo sientan, la madre suele mantenerlo en su regazo, mientras que el padre, en muchas ocasiones, lo acomoda entre sus piernas. En otras palabras: mientras la madre es un nido donde el pequeño puede refugiarse, el padre es un puente hacia el mundo exterior.

 

DOS PERSONAS DISTINTAS CON UNA MISMA MISIÓN

Más adelante, que el niño sienta a su padre cerca le facilitará la identificación y la aceptación de su propio sexo. Si es un niño, porque querrá ser como él para gustar a mamá, y si es una niña, porque deseará parecerse a su madre para gustar a su padre. Y numerosos estudios sociológicos llevados a cabo en Estados Unidos demuestran que los bebés que han tenido mucho contacto con su padre, de mayores son más sociables y cariñosos.

Como vemos, cada progenitor aporta sensaciones diferentes al hijo y esto le enriquece. Por ello conviene que cada uno mantenga su manera especial de comportarse con él, según su personalidad.

A partir de los 12 meses del niño es inevitable que surjan algunas diferencias entre los padres sobre la manera de educarlo, pero si las comentan e intentan respetarse el uno al otro, lograrán evitar las discusiones y el pequeño seguirá beneficiándose de su labor conjunta.

 

Y PARA SER UN PAPÁ ESTUPENDO…

Además de tener en cuenta todo lo dicho anteriormente, para ser un papá excepcional con tu hijo actúa de la siguiente manera:

Participa en sus cuidados y en su educación desde ahora que es tan pequeñito.

Demuéstrale tus sentimientos. Abrazar, besar, llorar, reír, enfadarse… Demostrar los sentimientos no es señal de debilidad, sino de «humanidad».

Enséñale a dar. Tu actitud de entrega, dedicación y colaboración es el mejor ejemplo para que aprenda a hacerlo bien. Y es seguro que si aprende a dar, recibirá.

Muéstrate disponible. Él necesita que estés ahí a cada momento para sentirse seguro y esta base firme es la que, más adelante, le va a permitir vivir sin su madre y sin ti y hacerse independiente.

 

Fuente: Crecerfeliz.es